Una vez escuché hace unos años atrás un acertijo que preguntaba: ¿Cuál es el animal que en la mañana camina en cuatro patas, al mediodía en dos y en la tarde en tres? La respuesta es el hombre. La adivinanza obviamente se refería a las etapas de la vida. En este apostolado me enfocaré en las etapas de la niñez y la vejez, dos etapas fundamentales de la vida.
Nuestros niños son una fuente inagotable de energía y tienen unas mente hambrientas de curiosidad, son una puerta abierta al conocimiento que no distingue entre la bondad y la maldad. Nuestros ancianos son un tesoro de sabiduría y experiencia. Muchas veces he oído la expresión que un anciano es como un niño. Nada menos cierto. Los niños según su crecimiento van desarrollando habilidades físicas, mientras que los ancianos la van perdiendo. En los ojos de un niño que no le ha tocado vivir una dura experiencia brilla la curiosidad e inocencia. En los ojos de un anciano brilla la nostalgia, la comprensión y la sabiduría de la experiencia.
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